En el país que queremos, en el mundo que queremos cabemos todas las personas. Caben las familias heterosexuales, cabe la gente católica, la evangélica, cabe quien reza por la salud de su mamá, quien no cree en nada, quién duda. En la sociedad que imaginamos no hay discriminaciones, la gente va a misa o al ritual que sea, nadie viola a las lesbianas para corregirlas, no hay violencia contra las mujeres, nadie asesina a las travestis, personas trans, nadie despide a un gay de su trabajo por ser gay, toda la gente tiene los mismos derechos, acceso a la tierra, educación sin doctrinas, trabajo, salud universal. En nuestro sueño está toda la gente. En su sueño nosotras no estamos.
El sueño que persiguen los grupos autodenominados “pro vida y pro familia” es la eliminación de todo pensamiento diferente al suyo, por eso la declaración “pro-vida y pro familia” busca que el senado, que representa el pluralismo político, (en el marco de unas elecciones) ya no sea más plural, certificar el pensamiento único, declarar una posición política anti constitucional porque atropella la laicidad del Estado.
Declararse “pro vida y pro familia” en realidad significa:
Estos grupos hablan de conspiraciones internacionales contra la soberanía del Paraguay pero forman parte de una gran estrategia mundial para tomar el poder político negando los derechos humanos, retrocediendo en las libertades que se consiguieron después de la dictadura, imponiendo un pensamiento único, instalando la intolerancia como posición política.
La declaración, que no es ley, además habilita a expandir su pensamiento con presupuesto público buscando “fortalecer los cimientos de la sociedad que engrandezca a la Nación con los valores tradicionales de la familia” parece escrito en 1954 pero es de 2019.
No vamos a volver al pasado. Hace mucho que las lesbianas resistimos.